jueves, marzo 03, 2005

En Comala comprendí



Se peinaba a lo garçon
la viajera que quiso enseñarme a besar
en la gare d'Austerlitz.

Primavera de un amor
amarillo y frugal como el sol
del veranillo de San Martín.

Hay quien dice que fui yo
el primero en olvidar
cuando en un si bemol de Jacques Brel
conocí a Mademoiselle Amsterdam.

En la fatua Nueva York
da más sombra que los limoneros
la Estatua de la Libertad,

pero en Desolation Row
las sirenas de los petroleros
no dejan reír ni volar,

y, en el coro de Babel,
desafina un español.
No hay más ley que la ley del tesoro
en las minas del Rey Salomón.

Y desafiando el oleaje
sin timón ni timonel,
por mis sueños va, ligero de equipaje,
sobre un cascarón de nuez,
mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero,
de un velero al abordaje,
de un
de un no te quiero querer.

Y cómo huir
cuando no quedan
islas para naufragar
al país
donde los sabios se retiran
del agravio de buscar
labios que sacan de quicio,
mentiras que ganan juicios
tan sumarios que envilecen
el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad

que mordieron el anzuelo,
que bucean a ras del suelo,
que no merecen nadar.

El Dorado era un champú,
la virtud unos brazos en cruz,
el pecado una página web.

...

Peces de Ciudad - Joaquín Sabina

1 Comments:

At 5:42 p. m., Anonymous Anónimo said...

Ese tema es atroz, te va a dar algo

 

Publicar un comentario

<< Home